Cuando la alternativa pasa a ser la solución

«La mayor parte de la contaminación del aire es obra del ser humano y se produce por la combustión ineficiente de combustibles fósiles o de biomasa como, por ejemplo, los gases de escape de los automóviles». De esta forma introduce la Organización Mundial de la Salud (OMS) su evaluación de la contaminación del aire en las grandes ciudades, cuya población se ve sometida cada vez más a las partículas perjudiciales que inciden de manera notable sobre la salud de las personas.

Polémicas recientes sobre si las principales capitales deberían acometer restricciones de entrada a los vehículos a sus núcleos ponen de manifiesto, cada vez de forma más recurrente, la necesidad de buscar alternativas y nuevas fórmulas de movilidad para hacer compatibles el uso del transporte, público y privado, con la habitabilidad de las urbes. Más, si se tiene en cuenta que, según distintos estudios, en 2050 más del 70% de la población del planeta se concentrará especialmente en núcleos urbanos.

El coche eléctrico se quiere postular como la elección más deseada. Su escaso nivel de contaminación -si descontamos el coste de la generación eléctrica-, convierte esta opción en candidata a liderar la movilidad del futuro. Pero aún se enfrenta a grandes barreras que impiden que su uso escale hasta el gran público. Primero, por el alto precio de los vehículos, lo que acota bastante su acceso. Pero, además, porque se encuentra la limitación de la autonomía de las baterías, y, sobre todo, de acceso a los puntos de recarga.

La forma híbrida se sigue manifestando como la vía más eficiente en términos medioambientales y de economía para el bolsillo. La cruzada contra el diésel de las administraciones ha obligado a las grandes corporaciones y fabricantes de vehículos a buscar otros caminos. Pero lo que surgió como una alternativa, y casi como elemento bisagra hasta el despegue de la tecnología eléctrica, se ha erigido en solución de presente y de futuro para la movilidad.

La propulsión a gas, ya sea comprimido (GNC) o licuado (GNL) es, por tanto, la fórmula para convertirse en la solución para esa movilidad que busca reducir las emisiones, pero sin limitar a las personas. Los datos confirman esta opción ya que el parque de vehículos movidos por gas se está duplicando año a año. En 2017, el mercado nacional contaba con apenas 8.000 unidades en circulación. Un año más tarde eran ya 16.000. Y al cierre de este 2019, se espera que sean 30.000 los utilitarios que transiten por nuestras calles propulsados por este combustible. En 2021, las estimaciones apuntan ya a 100.000.

Solo este pasado mes de julio, en España se vendieron 3.711 turismos de gas en todas sus modalidades, lo que supuso un 20,6% más que en el mismo período del año anterior, registrando una penetración del 2,68% sobre el conjunto del mercado.

En lo que va de año, el volumen acumulado asciende a 21.500 unidades, un 53%, según los datos publicados por la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac).

Solo un ejemplo. En 2016, la firma española SEAT vendió 368 unidades de gas. En 2017, fueron 1.068 y, en 2018 rompieron el stock en julio con 3.700, por lo que tuvieron que dejar su comercialización. Ya se han preparado para la gran demanda.

Miguel Mayrata, director de Diversificación de Negocio de Redexis, atribuye el éxito de esta tecnología a que el coste del vehículo movido por gas «es el mismo», pero «la gran ventaja está en el consumo y en el mantenimiento». «Actualmente, es la fórmula menos contaminante» asegura, ya que reduce en un 30% las emisiones de CO2 y un 85% las de óxidos de nitrógeno (NO2 y NOx), las más perjudiciales para la salud.

No es de extrañar que hayan movido ficha. El pasado mes de junio, Redexis y Cepsa anunciaron la creación de la mayor red de surtidores de repostaje de gas natural en España. El objetivo es instalar, en el plazo de cuatro años, 80 estaciones de recarga con esta energía, con una inversión de 60 millones de euros. Toda una apuesta por este sistema convencidos de su progresiva implantación a nivel nacional e internacional.

«Es la tecnología menos contaminante para las ciudades», asevera Mayrata, quien se encarga de recordar que «los vehículos tienen más autonomía, son igual de seguros y cuentan con la misma potencia que otros motores de combustión. Se benefician de descuentos o bonificaciones en el impuesto de circulación, permiten circular en escenarios de alta contaminación, gracias a que cuentan con la tarjeta ECO de la Dirección General de Tráfico (DGT), lo que supone una gran ventaja de acceso a grandes ciudades ante posibles restricciones de tráfico».

Fuente: latribunadeciudadreal.com