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E-fuels vs biocombustibles: principales diferencias

Mucho se habla últimamente sobre los combustibles sintéticos, también conocidos como e-fuels, y los biocombustibles. Tras el anuncio que hizo la Unión Europea acerca de la prohibición de vehículos de combustión a partir de 2035, Alemania solicitó que se incluyeran los combustibles sintéticos. Hace algunas semanas, la petición fue aceptada, de manera que el veto no afectará a los e-fuels pero sí a los biocombustibles. Ahora, es Italia la que pide que también se incluya a los biocombustibles en dicho acuerdo bajo el concepto de carburantes neutros. 

Sin embargo, hasta la apertura de este debate, prácticamente nadie sabía qué es un e-fuel y cuáles son las diferencias con respecto a los combustibles bio. En este artículo, explicamos en qué consiste cada uno, cuáles son las características más relevantes y por qué se incluirán, o no, dentro del argumentario de la Comisión Europea. 

Además, analizaremos cómo podría cambiar el escenario de movilidad y automoción a partir de 2035 tras esta importante novedad, en función de las cualidades del parque automovilístico actual. 

 

¿Qué son los e-fuels?

Empezamos definiendo a los e-fuels, que también se conocen como combustibles sintéticos. La principal característica que tienen es que no proceden de energías fósiles, sino que se elaboran en base a electricidad procedente de fuentes renovables. Así, se consigue que tengan un balance totalmente neutro en CO2. Es decir, no se elaboran partiendo de materia orgánica. 

Además, si se consiguen elaborar a partir de hidrógeno de origen totalmente renovable, hidrógeno verde, el proceso sería 100% sostenible, ya que la huella de carbono se reduciría por completo. Aunque se produzca combustión, no se emite más CO2 del que se ahorra. 

Por otro lado, la instalación que produce el e-fuel captura el CO2 que hay en la propia atmósfera, tras lo que lo combina con hidrógeno para dar lugar al metanol, que es la base del combustible sintético. Así, evita la emisión de partículas contaminantes tanto en el proceso de producción como en la propia combustión en el motor. 

 

¿Y qué entendemos por biocombustibles?

Por otro lado están los biocombustibles o ecocombustibles. Este tipo de combustible se obtiene a partir de un tratamiento químico de residuos orgánicos biológicos. Dependiendo del tipo de biomasa con la que se produzcan, distinguimos entre la siguiente clasificación de biocombustibles:

  • Biocombustibles de 1ª generación: son aquellos obtenidos a partir de cultivos agrícolas, aceites vegetales, etc.
  • Biocombustibles de 2ª generación: en este caso, se utilizan residuos que no se utilizan en el sector de la alimentación, como el aceite de cocina usado o la propia fracción de restos orgánicos. 
  • Biocombustibles de 3ª generación: se obtienen a partir de algas y otras plantas acuáticas que disponen de, al menos, un 50% de aceite natural. 
  • Biocombustibles de 4ª generación: esta clasificación se encuentra en una fase incipiente, y su objetivo es una modificación genética de los propios microorganismos para que sean capaces de capturar y almacenar CO2 de forma natural y mucho más avanzada. 

 

¿Cuáles son las diferencias más importantes?

Ahora que ya sabemos en qué consisten los e-fuels y los biocombustibles, cabe preguntarse qué diferencias son tan importantes como para que unos estén incluidos dentro del veto y otros no. La clave reside en que las directrices europeas hablarán de vehículos “neutros en carbono” y no “neutros para el medioambiente”, de forma que los combustibles sintéticos sí ofrecen un balance neutro. En cambio, los biocombustibles siguen emitiendo CO2, aunque en pequeñas cantidades. 

 

¿Cuál es el problema principal de los combustibles sintéticos?

A pesar de la neutralidad en carbono, la producción de combustibles sintéticos tiene un coste muy elevado que supondría una gran barrera en la accesibilidad de cualquier persona a vehículos propulsados por e-fuels. El motivo es que el proceso para obtener este tipo de combustibles es muy complejo. 

Primero, hay que obtener una fuente de electricidad totalmente renovable, lo cual depende, a su vez, de otros agentes externos. Después, se lleva a cabo la electrólisis del agua, separando el oxígeno del hidrógeno para extraer este último. Y, finalmente, se combina con el CO2. En caso de que el proceso se quiera completar aún más desde el punto de vista de la sostenibilidad, el hidrógeno también tendría que provenir de fuentes renovables, lo cual complicaría aún más el proceso. 

Por lo tanto, habrá que esperar para ver qué decisión final toma la Comisión Europea, pero por el momento, la inclusión de los combustibles sintéticos como vehículos neutros en carbono será una victoria teórica. En la práctica, será muy difícil llevarlo a cabo mientras no se reduzcan los costes.