El extraño divorcio del petróleo y la gasolina
Las ciudades tienen una natural querencia por crecer hacia su exterior. Crean barrios, residenciales, expansiones más o menos bien ordenadas como ondas concéntricas del núcleo urbano. Esa vida “suburbana” de chalé y centro comercial que veíamos en (todas) las películas americanas y aquí parecía una marcianada. Pero acabó siendo “nuestro” modelo también.
Ese tipo de crecimiento en las ciudades suelen traer un aumento del comercio en las nuevas zonas. Que, a menudo, tratan de competir en precio con las más asentados y céntricos, que parten con la ventaja de ser populares y más transitados. Es difícil que no recuerden en Cáceres auténticas peregrinaciones a un par de conocidos centro comercial porque la gasolina era allí notoriamente más barata que en otras estaciones. Veías más gente conocida en esa cola que en las ferias de mayo. Y es que el peso de la gasolina en la cesta de consumo familiar no es precisamente escaso.
No hace falta más que usar la intuición para darse cuenta que una bajada en el precio del petróleo tiene importantes beneficios para una economía y sus consumidores: la producción industrial reduce costes, la factura energética de un país se rebaja y llenar el depósito cuesta menos, lo que alivia las economías familiares. En sentido contrario, las últimas grandes expansiones del precio del petróleo han precedido a considerables recesiones.
Lo que hemos vivido este último año es un auténtico colapso en el precio del “oro negro”. Pese a una ligera subida las últimas dos semanas, el petróleo ha rondado los 30/40 dólares por barril en ese período, acumulando una caída superior al 60% de su precio. Más barato que nunca. Dos “botones” para muestra: habría que remontarse hasta 2003 para ver un precio similar y cuando asistimos al cierre de Lehman Brothers, en 2008, el barril se asentó en los 140 dólares.
Las causas de este desplome son variadas y complejas de explicar en un formato, digamos, abreviado. Pero demos un dato que puede orientar la extraña distorsión que el comportamiento del petróleo nos cuenta sobre la economía: apenas ha habido un ajuste en la demanda (China aún sigue comprando a buen ritmo) y la oferta se mantiene, con nuevos actores como Irán. Ninguna de las dos explicaría el efecto caída en el precio. Volveremos.
¿Por qué un descenso tan pronunciado no se nota en el repostaje diario? Lo cierto es que, desde el punto de vista macroeconómico, el ajuste es un regalo para la economía española. Por ejemplo, los presupuestos generales para 2016 se realizaron sobre la base de un precio de 68,8 dólares/barril; si el precio actual se mantuviera, esto supone un ahorro anual de entre 15.000 y 17.000 millones de euros, casi medio punto en el crecimiento del país.
Puede que haya notado algún ahorro ya, pero desde luego no equiparable a la bajada de la materia prima. ¿Por qué este divorcio entre petróleo y gasolina? En teoría, hay una correlación directa entre el precio del petróleo y el consumo en gasolina, así que no debiera darse ninguna distorsión. Pero esto no está ocurriendo.
El primer factor diferencial son los impuestos. Cuando rellena el depósito, más de la mitad va al Estado, con independencia de la cotización del petróleo. Incluso siendo el IVA sensible a un ajuste del precio sigue suponiendo una carga en el precio final.
El segundo factor es la forma de fijación de precio por parte las petroleras. Las que operan en España están presionadas por unos costes de extracción altos, superiores al precio actual, lo que les deja sin margen. También están los mecanismos de cobertura financiera (los famosos “derivados”) que en no pocos casos están jugando en su contra. Ambos aspectos presionan a la baja la cotización de las petroleras en los mercados y les complica retribuir a sus accionistas. De ahí que mantengan el precio, o lo reduzcan a una velocidad distinta al del mercado. Algo similar ocurre con las aerolíneas, que ven ampliado su margen y cuentan con la posibilidad de “ajustar” el precio en caso de subida.
Con todo, lo más preocupante es que un petróleo tan barato debiera ser siempre una excelente noticia para la economía mundial y un empujón inestimable para el consumo privado. Ni una cosa ni la otra se están produciendo. ¿Falla el petróleo como “indicador adelantado”? Probablemente, lo que no funciona es una economía “hiperasistida” por los bancos centrales, absolutamente dependiente de una liquidez artificial que deforma cualquier comportamiento tradicional en las economías. Y así, no se genera confianza. Y la economía no es más que un juego de confianzas.
Fuente: elperiodicoextremadura.com