¿Es el hidrógeno una alternativa de movilidad real en Europa?
La descarbonización del transporte en Europa se enfrenta a un reto que nunca antes ha tenido lugar. Mientras que la electrificación por batería avanza con rapidez en el sector del automóvil particular, la Unión Europea y varios Estados miembros miran cada vez con más interés hacia el hidrógeno.
En especial, al hidrógeno como solución para el transporte pesado, donde las limitaciones de peso, autonomía y tiempos de recarga hacen que los camiones eléctricos a batería no siempre sean la opción más eficiente. La pregunta que surge es si el hidrógeno puede convertirse en una alternativa real y sostenible para la movilidad en el continente.
Un vector energético estratégico
Desde Bruselas, la Comisión Europea ha situado el hidrógeno en el centro de sus estrategias de transición energética. El objetivo es doble: reducir las emisiones del transporte y disminuir la dependencia de combustibles fósiles importados.
Con el Pacto Verde Europeo y el plan Fit for 55, se busca que las emisiones de gases de efecto invernadero caigan al menos un 55% para 2030, y la movilidad es una de las áreas donde el hidrógeno podría desempeñar un papel clave.
Países como Alemania, Francia, España, Países Bajos o los países nórdicos han diseñado hojas de ruta específicas para el hidrógeno. La inversión no se centra solo en la producción, sino también en el despliegue de una infraestructura de repostaje que permita que los vehículos lo utilicen de forma práctica.
Por qué el transporte pesado es la prioridad
En automóviles ligeros, la electrificación con baterías ha tomado una clara ventaja: existen ya decenas de modelos en el mercado, la infraestructura de recarga crece y los costes de las baterías se han reducido notablemente en la última década.
Sin embargo, el transporte pesado de larga distancia (camiones, autobuses interurbanos e incluso trenes en líneas no electrificadas) plantea un escenario diferente.
Los camiones eléctricos a batería necesitan packs de gran tamaño, lo que reduce su capacidad de carga útil y encarece la operación. Además, las largas autonomías que demanda la logística internacional harían necesarias recargas muy prolongadas o puntos de recarga ultrarrápida aún poco extendidos.
En este contexto, las pilas de combustible de hidrógeno permiten repostajes en apenas 10-15 minutos y autonomías de más de 600 kilómetros, un argumento muy atractivo para las empresas de transporte.
La infraestructura, el gran desafío
La gran barrera del hidrógeno sigue siendo la falta de estaciones de repostaje. A diferencia de los puntos de carga eléctrica, que pueden instalarse incluso en domicilios o aparcamientos públicos, el hidrógeno requiere redes específicas de producción, compresión, almacenamiento y distribución.
Actualmente, Alemania lidera la implantación en Europa con más de 90 hidrogeneras operativas, y ha anunciado planes para superar las 300 en la próxima década. Francia y Países Bajos también avanzan con corredores de transporte que conectarán los principales ejes logísticos. España, por su parte, cuenta con proyectos en marcha, como la iniciativa Iberdrola-Cepsa para desplegar estaciones de repostaje en la red de carreteras y puertos estratégicos.
El concepto de “corredores de hidrógeno” cobra fuerza: se trata de rutas paneuropeas donde los transportistas puedan contar con una infraestructura fiable para operar sin interrupciones. La Comisión Europea financia parte de estas inversiones a través del mecanismo Connecting Europe Facility.
Costes y competitividad
Otro de los retos cruciales es el precio. Hoy en día, el hidrógeno verde es aún más caro que el diésel. La paridad de costes dependerá de dos factores: la reducción del precio de la electricidad renovable y la mejora tecnológica de los electrolizadores. Distintos informes estiman que hacia 2030 el hidrógeno verde podría competir en igualdad de condiciones con los combustibles fósiles en determinados segmentos del transporte pesado.
Mientras tanto, algunos operadores recurren al llamado hidrógeno gris o azul, producido a partir de gas natural, lo que plantea dudas sobre su sostenibilidad real. No obstante, para los defensores de esta transición, lo importante es empezar a desplegar la infraestructura, que después podrá adaptarse al hidrógeno renovable conforme aumente su disponibilidad.
¿Qué proyectos están en marcha?
En Europa ya circulan flotas piloto de camiones y autobuses de hidrógeno. Daimler Truck y Volvo están probando prototipos de larga distancia, mientras que fabricantes como Iveco o Hyundai han lanzado programas conjuntos con operadores logísticos para ensayar la viabilidad real en carreteras europeas.
En el transporte urbano, varias ciudades han incorporado autobuses de pila de combustible a sus redes de transporte público, destacando ejemplos en Países Bajos, Alemania o España (con pruebas en Madrid y Barcelona).
También se experimenta con trenes de hidrógeno en líneas secundarias sin electrificar, como en Baja Sajonia, donde el modelo Coradia iLint de Alstom presta servicio regular.
Retos pendientes y horizonte futuro
Pese a los avances, la movilidad por hidrógeno todavía enfrenta incógnitas importantes:
- Escalabilidad: pasar de proyectos piloto a despliegues masivos exige inversiones multimillonarias.
- Producción renovable suficiente: Europa deberá generar grandes cantidades de electricidad verde para garantizar que el hidrógeno sea realmente neutro en emisiones.
- Eficiencia energética: algunos expertos señalan que el hidrógeno presenta pérdidas superiores frente a la electrificación directa, lo que podría limitar su papel a nichos concretos.
Lo más probable es que el futuro no sea de “baterías o hidrógeno”, sino de convivencia tecnológica. Los coches particulares y el transporte ligero parecen dirigirse hacia la electrificación por batería, mientras que el hidrógeno podría consolidarse en el transporte pesado de larga distancia, la aviación y el transporte marítimo.
La movilidad por hidrógeno en Europa ya no es una utopía, pero aún está lejos de convertirse en una alternativa masiva. Los próximos cinco a diez años serán decisivos: si la reducción de costes del hidrógeno verde se confirma y los corredores paneuropeos de repostaje se materializan, el transporte pesado tendrá una opción real para dejar atrás el diésel. Europa, con sus ambiciosos objetivos climáticos, se ha propuesto liderar este cambio.
La respuesta definitiva a si el hidrógeno será una alternativa real dependerá de la velocidad de despliegue y de la capacidad de los Estados miembros para coordinar esfuerzos. Pero lo cierto es que la carrera ya ha comenzado, y el hidrógeno se perfila como una pieza clave en el puzzle de la movilidad sostenible europea.