Movilidad sostenible: por qué el hidrógeno necesita más apoyo para desarrollarse
En los últimos meses, varias compañías líderes del sector de la automoción han anunciado la paralización o ralentización de sus proyectos de desarrollo de vehículos con motor de hidrógeno. Para quienes seguimos de cerca la evolución de las tecnologías sostenibles aplicadas al transporte, estos titulares han generado una gran cantidad de interpretaciones, algunas precipitadas, que apuntan a un supuesto fracaso técnico del hidrógeno como alternativa de movilidad.
Desde Gasmoción creemos que esta narrativa es, como mínimo, incompleta. No se trata de que el hidrógeno no funcione. No es una cuestión de que la tecnología no esté madura o que no sea viable.
El problema real está en otra parte: la falta de infraestructura, los cuellos de botella normativos y, sobre todo, la clara asimetría en el apoyo institucional respecto a otras tecnologías como la electrificación por baterías.
El hidrógeno: una tecnología probada, pero sin ecosistema
A nivel técnico, el hidrógeno es una solución perfectamente válida. No estamos hablando de una promesa lejana o de un experimento de laboratorio. Existen vehículos impulsados por hidrógeno funcionando hoy en día con plena garantía, desde turismos como el Toyota Mirai o el Hyundai Nexo, hasta camiones, trenes e incluso barcos.
Los motores de hidrógeno, ya sean de pila de combustible o de combustión interna adaptada, han demostrado eficiencia, fiabilidad y un excelente comportamiento en cuanto a emisiones locales.
Entonces, ¿por qué se frena su desarrollo en la automoción? El motivo principal es estructural: no existe una red suficiente de estaciones de repostaje, ni un marco legal claro que facilite su despliegue, ni una estrategia coherente que incentive la producción, distribución y uso del hidrógeno renovable (también conocido como “hidrógeno verde”).
Esto genera un círculo vicioso: las marcas no apuestan por lanzar vehículos de hidrógeno porque no hay infraestructura; los operadores no invierten en estaciones porque no hay una demanda suficiente de vehículos, y los consumidores, naturalmente, no consideran la opción porque no les resulta práctica ni accesible.
Un mercado desigual: electrificación con ventaja
Mientras tanto, el vehículo eléctrico a batería (BEV) sí ha recibido un empujón claro y constante por parte de gobiernos y organismos internacionales. Subvenciones directas a la compra, beneficios fiscales, zonas de bajas emisiones restringidas solo a vehículos eléctricos, planes de ayuda para puntos de carga, etc. La electrificación por batería ha sido posicionada como la única solución válida para la movilidad sostenible.
No se trata de cuestionar la validez de los BEV, que son sin duda una herramienta fundamental en la transición energética. Pero cuando el foco se centra de forma tan exclusiva en una sola opción, se corre el riesgo de empobrecer el ecosistema tecnológico y limitar el potencial real de reducción de emisiones.
El hidrógeno tiene ventajas claras en ámbitos donde las baterías encuentran dificultades: autonomía extendida, recarga rápida, mayor idoneidad para vehículos pesados o de larga distancia. Es, además, una solución que puede aprovechar infraestructuras existentes del sector gasista y que puede contribuir al equilibrio del sistema eléctrico gracias a su capacidad de almacenamiento estacional.
Barreras normativas e indefinición política
Además de la infraestructura insuficiente, el hidrógeno se enfrenta a importantes barreras normativas. En muchos países, la legislación sobre producción, transporte y uso del hidrógeno está desactualizada, fragmentada o, directamente, ausente. Esto genera incertidumbre jurídica, ralentiza proyectos e impide inversiones a gran escala.
En España, por ejemplo, aún quedan pasos importantes por dar para simplificar la instalación de hidrogeneras, establecer estándares comunes y diseñar mecanismos de apoyo estables para su uso en movilidad.
Mientras tanto, las ayudas se reparten de forma desequilibrada, y el hidrógeno sigue siendo visto más como un vector energético a largo plazo que como una herramienta útil en el presente.
No hay transición justa sin opciones diversas
Desde Gasmoción defendemos que una verdadera transición hacia la movilidad sostenible solo puede construirse desde la diversidad tecnológica. Apostar por una única solución, por mucho que esté en auge, implica correr un riesgo innecesario: dejar fuera a usuarios con necesidades diferentes, a sectores específicos como el transporte pesado o el reparto urbano intensivo, y a regiones donde la infraestructura eléctrica no puede cubrir la demanda prevista.
Dejar de lado el hidrógeno, o reducir su papel a un mero “plan B” lejano, no solo limita las posibilidades de avanzar hacia un modelo más limpio, sino que perpetúa un modelo centralizado, dependiente y poco resiliente.
Frente a esto, lo lógico sería fomentar un ecosistema tecnológico mixto, donde el GLP, el biogás, el hidrógeno y la electrificación convivan y se complementen, ofreciendo al usuario final más opciones, no menos.
El momento de actuar es ahora
Es momento de replantear el discurso y las políticas. La ralentización de algunos proyectos de hidrógeno no debe interpretarse como una sentencia de muerte tecnológica, sino como una señal de que necesitamos construir con urgencia el ecosistema que esta solución requiere. Las empresas como Gasmoción, que trabajamos desde hace más de una década en la conversión de vehículos y en la diversificación energética del transporte, sabemos que la tecnología solo avanza si tiene el terreno adecuado donde crecer.
Por eso, instamos a las administraciones, los fabricantes y el conjunto del sector a apostar por un enfoque más inclusivo y ambicioso. El hidrógeno puede y debe jugar un papel relevante en el futuro de la automoción. Pero, para ello, necesitamos decisiones en firme, marcos normativos claros y una voluntad real de construir una red de apoyo sólida.
Si queremos que la movilidad del futuro sea verdaderamente sostenible, accesible y justa, no podemos permitirnos cerrar puertas antes de haberlas abierto del todo. Apostar solo por lo que hoy parece más rentable puede suponer quedarnos mañana sin alternativas.
Desde Gasmoción, seguiremos trabajando por ampliar ese abanico de opciones. Porque el futuro de la movilidad no debería ser una carrera de una sola vía, sino una red compleja donde cada tecnología tenga su espacio y su papel. Y el hidrógeno, sin duda, merece estar en esa red.